miércoles, 3 de junio de 2009

El testamento de la Rusa María y otros cuentos


[...] Todo discurso tiene una potencialidad de sentidos; cada lector, de acuerdo a su competencia, sacará mayores o menores frutos de una misma tierra. Así pasa con estos cuentos: pueden ser leídos y gozados por cualquier lector, pero el salteño es más competente. En su suelo nacieron muchas historias y él sabe muchas cosas, conoce muchas intimidades que las entrelíneas esconden y que él puede decodificar. Tal es el caso del cuento que da nombre al libro -"El testamento de la Rusa María"-: hay aquí un valor agregado que parte desde el título; hay muchos hiatos por llenar; hay nombres no registrados pero el salteño sabe y puede leerlos más allá de la letra. Y hay otros significantes de peso: los tabúes, las habladurías, el qué dirán, el fijate vos, el ¿quién será este? el yo creo que, en fin.
Al placer de la lectura van a sumarse imponderables como la curiosidad, el ingrediente del comentario, avieso o divertido, de una aureola de expansión del texto escrito cuyos límites son difíciles de fijar.
El autor lo sabe y juega con esto: podría hacerse un registro minucioso de los indicios, de las travesuras lingüísticas del texto. Todo ello forma parte de la destreza narrativa de López Bianchi, a quien el placer de escribir le brota de cada palabra, de cada sintagma.

Alba Omil

Extraído de las Palabras Preliminares del libro El testamento de la Rusa María y otros cuentos. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 1998.