miércoles, 31 de diciembre de 2008

Victoria Ocampo y la Generación del 37

Ha vivido siempre adelantada a su tiempo, como ocurrió con los hombres del 37, soñando, previendo, cimentando la Argentina del futuro, sin mentalidad colonial ni ataduras de aldea, abierta al mundo y al porvenir. Como ellos. Y en verdad se les parece bastante, en muchas otras cosas: tiene ideas ordenadas, anticipatorias y audaces como Echeverría (recuérdese el Dogma Socialista, matriz madre de todo un pensamiento generacional y de los grandes libros que lo subseguirían: Facundo, las Bases); tiene el pensamiento sutil, mordaz, de estilete de Juan Bautista Alberdi; el decir apedreante, sin pelos en la lengua, de Sarmiento, el visionario. Su proximidad con Sarmiento quizás sea mayor que con el resto de los miembros de esa generación. Cuando en 1938, en el N° 46 de Sur hace la defensa de la Inteligencia, habla del sanjuanino y citándolo afirma: "Si algún resultado positivo han dejado las terribles revoluciones que han agitado la Europa, es sin duda el de poder emitir los hombres sus ideas sin rodeos ni amaños, cualquiera que sea la materia que se trate". [...]

Alba Omil

Extraído del libro Frente y Perfil de Victoria Ocampo, de Alba Omil. Editorial Sur, Buenos Aires, Argentina, 1980.


domingo, 28 de diciembre de 2008

Del planeta amado


[...] Estos poemas son visualmente sencillos, clarísimos a una primera lectura; agua de vertiente, diríamos. Pero el agua de vertiente, con toda su pureza, viene de la hondura de la tierra. Y es ahí, en la hondura del texto, donde hay que buscar la esencia que nutre y sostiene estos poemas. Sin duda el mundo que ellos reflejan no es el que ven a diario nuestros ojos; es el ensueño el que mueve los pinceles de esta materia notablemente plástica. Y así, el autor puede crear un universo paralelo y contemplar cómo "se han subido a la luna las abejas", imagen que la memoria eidética dejará grabada en nuestro cerebro ¿O en nuestra conciencia? ¿O en los cimientos de nuestra alma?
Hay un constante juego dialéctico entre lo que caduca y lo que perdura; entre lo que perdimos y lo que debemos conservar; en lo que dejaremos a los que siguen, cuando nos devore el silencio.
David contempla el universo (esa combinación de realidad y ensueño) con goce. Y lo transmite y lo contagia. Enciende las palabras para luego atenuarlas con leves celajes. He ahí el encanto de leerlo que, quizás, sea también el encanto de compartirlo.


Alba Omil


Extraído de las palabras preliminares del libro "Del planeta amado", de David Bercovich. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2008.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Demonios guardianes de tesoros


Es conocido el motivo del diablo dispensador de riquezas. Grillot de Givry (1981) se ocupa del tema con su clásica solvencia. Según la creencia, como el diablo reina en el mundo inferior, conoce todas las minas, todos los tesoros escondidos; es su dueño y señor, puede entregarlos a quien le plazca y ha puesto sus guardianes para custodiarlos, todo lo cual se ha convertido en tópico. A veces no se especifica que sean guardianes demoníacos, pero son seres del Mundo de las tinieblas, generalmente "almas en pena", que se manifiestan mediante luces malas.
En el ámbito universal hay relatos sobre este tema, que se multiplica en el espacio y en el tiempo.
En el Noroeste argentino, el tema de los "tapados" es de vieja data: ¡Cuántos monumentos megalíticos se han destruido por buscar tapados! La tradición conserva vivo este tema gracias a algunos ingredientes que no varían: los tapados existen; algunos ya han sido desenterrados, prueba evidente de su existencia; muchos continúan siendo buscados.
En el Nuevo Mundo podemos encontrar antecedentes lejanos: Veamos lo que dice David Granada (1896): "Raro es el cerro, peñasco o escarpado, desde la Cordillera de los Andes hasta las comarcas del Uruguay, Paraná y Paraguay, que no tenga una 'salamanca' o cueva encantada, que no encierre considerables riquezas de oro y plata en sus entrañas [...], que no emita luces y resplandores que a veces iluminan una vasta extensión del territorio".
Acerca de estas luces hay un ponderable corpus de leyendas: la luz mala, o el farol (Omil, 1988 y 1989), Ambrosetti (1976, 111) .
Son muchas las explicaciones sobre el origen de estos tesoros:
"Esos tesoros son antiguas minas que hoy los aborígenes ocultaron, 'taparon' para sustraerlas de la codicia española: guacas, enterratorios de caciques, con las alhajas que tuvieron en vida.
El supuesto tesoro enterrado de los Jesuitas con motivo de su expulsión.
El que los comerciantes acaudalados enterraron antes de huir al Perú, cuando estalló la revolución de mayo.
El tesoro del rescate de Atahualpa.
Los tesoros aborígenes".
Con cada uno de estos temas puede elaborarse un corpus de relatos orales, algunos de fuerte tenor mítico.
De este amplísimo abanico sólo nos interesan aquellos relatos donde aparecen como custodios, seres demoníacos, o almas irredentas, y ubicados en el ámbito del Noroeste argentino.
En otra ocasión relatamos la bellísima historia del cerro Cierra-puesta, con su increíble tesoro custodiado por una diabla coja conocida como Patasola (Omil, 1988 y 1989) . Ahora nos detendremos en otras, no menos llamativas: la del Curu-curu, la del Zorrito, y la del cerro Tres cruces. Cada uno de estos núcleos ha generado una red de historias sobre fabulosos tesoros ocultos en las sierras de Salta y aún no descubiertos [...]

Alba Omil

Extraído del libro Lo demoníaco en los mitos del Noroeste Argentino, de Alba Omil. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2002.

domingo, 2 de noviembre de 2008

¿Qué es el microrrelato?

Artículo de Alba Omil publicado en el diario La Gaceta de Tucumán, Argentina, el día 7 de septiembre de 2008. El vínculo directo a la nota es:
http://www.lagaceta.com.ar/nota/289260/LGACETLiteraria/¿Que_microrrelato?.html

jueves, 9 de octubre de 2008

El canto del pájaro


Más que oírlo, veía el canto del pájaro subir en volutas por el aire limpio -arriba, arriba- hasta perderse en la luz y regresar, al fin, resplandeciente, a hacer su nido en mi corazón.

Alba Omil

Extraído del libro Escritores de Tucumán, siglo XXI, de varios autores. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2008.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Acerca de lo real y de lo simbólico de la discriminación

Comentario de Alba Omil sobre el libro Fuera, de Susanna Tamaro (Buenos Aires: Seix Barral, 2008). Publicado en el diario La Gaceta de Tucumán, el día 28 de septiembre de 2008. El enlace a la nota es:

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Libros viejos que no han perdido vigencia.

Semanario de Agricultura

Esta es una sección nueva del blog, donde por gentileza de su autora, aparecerán artículos de Alba Omil, próximos a aparecer en diferentes publicaciones, o ya en prensa. Fragmentos de esos textos estarán acá, como anticipo exclusivo.

Hipólito Vieytes (1956): Antecedentes económicos de la Revolución de Mayo. Buenos Aires, Ed. Raigal.
Este libro recoge los artículos publicados por Hipólito Vieytes en el Semanario de Agricultura Industria y Comercio (1802-1806).
Con respecto al agro (hoy en día tema preocupante, urticante, sustancial y arteramente soslayado) puntualiza: "No es posible que pueblo alguno pueda prosperar una vez que llegue a desatender su agricultura, siendo cierto que la grandeza de las naciones es un edificio cuyos primeros materiales se sacan del producto de sus tierras. Si consultamos con imparcialidad la historia del mundo veremos que las verdaderas fuerzas de un imperio crecen o disminuyen a proporción del respeto, o del desprecio que se ha hecho de la agricultura".

Vieytes sostiene que el apoyo estatal al agro es la vía para el progreso económico. porque la agricultura genera riqueza, educa y enseña y así destruye ese poderoso instrumento de sujeción que es la pobreza.
La prosperidad económica abre las puertas a la cultura; y la cultura, a la independencia política. A propósito de la prohibición de venta -al interior y al exterior- de algunos productos, entre ellos el trigo, dice: "El pretendido tema de la escasez justificaba desde el punto de vista del Cabildo la casi permanente prohibición de extraer trigo desde Buenos Aires. Sin embargo, los cálculos más moderados demuestran que siempre queda un remanente del consumo corriente. Además de que, como lo señalaban los labradores, si se favorecía la exportación, aumentaría notablemente la producción, y en este caso, los temores quedarían absolutamente descartados. Entonces debemos pensar que quienes levantaban de continuo la bandera del pánico ante la inminente hambre, debían ser los mismos comerciantes monopolistas -que usufructuaban los sudores y sacrificios de los chacareros- en vislumbrando la amenaza de perder sus pingües negociados" […]

Alba Omil

Extraído del libro Hace tiempo en el Noroeste, de varios autores, y próxima aparición.

martes, 26 de agosto de 2008

Por voluntad y elección


Artículo de Alba Omil publicado en el diario La Gaceta de Tucumán, Argentina, el día 20 de julio de 2008. El vínculo directo a la nota es:


Con respecto a este artículo, la autora publicó una aclaración en el mismo diario el día 3 de agosto de 2008. El vínculo directo a la nota es:

domingo, 24 de agosto de 2008

Las suplicantes

Suplicantes. Ilustración de Juan Lanosa, realizada para el libro.

Algún día ha de ser, dijeron las mujeres con fría seguridad -convencidas e inflexibles- y miraron a los hombres que, a su vez, las miraron con ojos inquietos y vacilantes, como si temieran algo inconscientemente, aún antes de caer en ello; como si desconfiaran de sí mismos, o de alguna cosa que estuviese dentro de ellos sin depender de ellos mismos. Acaso como si desconfiaran de Dios.
-La justicia ha de llegar algún día -repitieron las mujeres-. Y lo decían cada mañana, cada tarde, cada vez, como un rito. Y los hombres seguían escuchándolas en silencio y pensando siempre lo mismo. Y siempre les brillaban los ojos, como cuando Miguel volvió del pueblo y lo dijo por primera vez.
Desde ese día comenzaron a mirar con recelo -o con temor- a sus mujeres. Y después trataron de no mirarlas, trabajaron con más tenacidad en el surco, agotando hasta la última fuerza. Y a la noche caían rendidos a la cama. Entonces ellas comenzaban a hablarles, como lo hacía aquella noche la mujer de Juan Miguel.
-Este año durará poco la cosecha. Y después no tendremos qué comer. Y el año pasado tampoco alcanzó. Y si los chicos se vuelven a enfermar, no sé de dónde sacaremos para pagar los remedios. Y hay que componer el gallinero para que no se mueran también este año los pollos. Que ya hay muchos con peste. Y hay que comprarle también zapatos para el chico. Y el chico no quiere ir a la escuela porque no le gusta. Y...
Y se dormían, como Juan Miguel se había dormido aquella noche, pensando en lo que él le había contado, sin reparar en sus mujeres. Y así durante semanas, hasta que llegaba el día de pago y bebían y ya no se conformaban con soñar.
-Tendrá que ser -comentaron las mujeres y siguieron trabajando con tesón, con rudeza, como los hombres. Sudando y encalleciendo como los hombres. Maldiciendo como hombres.
-Ojalá Dios permita que su justicia llegue. Que se termine la locura y el pecado.
-Que los castigue Dios.
Y más se irritaron cuando la vieron en el pueblo, mezclada con la demás gente, como si no fuera distinta, apurada, comprando con los demás, sin reparar en ellas, sin mirarlas, interesada en cosas que parecían estar lejos de allí. Como si ella no tuviese nada que ver con lo que pasaba. Cuchichearon entre ellas. La miraron. Y se dijeron cosas que nunca nadie supo y que sus caras no dejaron traslucir ni siquiera por un instante. Pero la mujer ni se dio cuenta.
Era todavía joven, alta y morena, pero las mujeres no lo advirtieron. Trataron de mirarla más adentro: más allá del vestido y de la piel, en la profundidad de las glándulas, tratando de disecarla como a un bicho, sin dejarle una fibra oculta, buscando descubrirle alguna recóndita, secreta, vergonzosa desnudez.
Ni siquiera sabían que se llamaba María Adela. Pero eso tampoco importaba. Podía haberse llamado de cualquier otra manera. Y hubiera sido lo mismo. Lo temible y odiado, estaba más allá más abajo del nombre.
Y lo comentaron con el cura el último domingo. Y el cura trató de apaciguarlas. Y les habló del perdón. Pero ellas siguieron disconformes. Fue cuando les habló de la justicia de Dios y del castigo que llega, irrevocable, cuando se calmaron. Pero sólo un momento: el recuerdo de la mujer siguió persiguiéndolas como una fatiga de la que no podían reponerse.
El trabajo en el cerco era cada vez más áspero e ingrato porque trataban, a la par, de vigilar las miradas y los pensamientos de sus hombres. Pero ellos estaban inmutables. Como de piedra.

Le pasaba suavemente los dedos por la piel, pero tenía los ojos lejos, como si estuviera sola y distante del hombre.
-Y después moriremos- dijo con voz también distante y una como sonrisa se le vio en los ojos. Y fue como si se le hubiera cerrado también la voz:
-Tal vez ni podamos ver todo lo vivido. Ni siquiera de lejos. Ni siquiera sentir la soledad. Nada. Ni recuerdos.
Él la abrazó y le sintió, encima de la piel, palpitándole, los abrazos de muchos otros hombres. Pero no quiso pensarlo.
-Y ya es como si estuviéramos un poco muertos. Como si tuviéramos un muy viejo amor. Viejos días en que éramos otros. Y recordáramos viejos gestos, atrás, como si tampoco nunca hubieran sido. Y como si tus manos fueran viejas conocidas de mi piel. Pero no sé si quiero volver a verte.
La casa estaba ardiendo desde muy temprano, casi desde la noche, atrás del camino, atrás de la caña, atrás de las cruces blancas y azules del cementerio.
Los hombres habían ido a ver el incendio a la madrugada pero ya entonces no pudieron acercarse por el humo y el calor. Se quedaron mirando desde lejos, largo rato. Después volvieron al cerco y no les dijeron nada a las mujeres que, a su vez, nada les preguntaron, pero que también habían visto el humo desde el amanecer. Y fue como si ellos hubieran querido hablar y preguntarles algo, o buscar la confirmación, o escucharlas decirlo y desahogarse, pero sólo las vieron mirarse.
Después supieron que la mujer había muerto también en la quemazón, junto con tres hombres que habían ido esa noche a la casa, pero tampoco lo comentaron. Se miraron solamente, como en otros tiempos. Pero ya no maldijeron.
Y esa noche se acostaron a la par de sus maridos, frías, sudorosas y duras, como hombres, con su olor agrio del trabajo, como hombres, y se durmieron satisfechas y cansadas.

Alba Omil

Extraído del libro Historias de mujeres y de hombres, de Alba Omil. Ediciones del Cardón, Tucumán, Argentina, 1961.

lunes, 14 de julio de 2008

Ejemplos amenos para lucirse con la oratoria


Comentario de Alba Omil sobre el libro Saber hablar, de Antonio Briz (Buenos Aires: Instituto Cervantes - Aguilar, 2008). Publicado en el diario La Gaceta de Tucumán, el día 13 de julio de 2008. El enlace a la nota es:


http://www.lagaceta.com.ar/vernota.asp?id_seccion=109&id_nota=280759

viernes, 20 de junio de 2008

Todo un hojaldre de significaciones


Comentario de Alba Omil sobre el libro Literatura e imaginario político, compilado por Amelia Royo y Elena Altuna (Córdoba: Alción, 2008). Publicado en el diario La Gaceta de Tucumán, el día 15 de junio de 2008. El enlace a la nota es:

domingo, 15 de junio de 2008

José Bianco. "Sombras suele vestir"


Borges ha dicho: "Como el cristal, o como el aire, el estilo de José Bianco es invisible". Quizá metaforizaba; acaso hiperbolizaba. Lo cierto es que estaba refiriéndose a un estilo sutil, inaprehensible casi. Tal vez sea aventurado tratar de investigarlo. Es tan frágil, tan etéreo, que intentar la indagación de sus secretos podría ser tenido como una violación, o podría suponer el peligro de destruir su magia. Pero no: procuraremos conservarlo intacto, preservar en todo momeno su trémula hermosura. Nuestro acercamiento ha de ser sólo un intento de interpretación para contribuir al goce de su belleza y, tal vez, para que esa belleza pueda servirnos de enseñanza.
Se trata, sin duda, de un estilo donde todo está pulido y ajustado hasta el detalle; donde cada procedimiento ha sido madurado antes de aplicarse, pero todo es tan imperceptible que ni siquiera se nota la elaboración.
El protagonismo pertenece a la historia, que nos capta y nos domina desde el comienzo hasta el final de Sombras suele vestir, ese cuento formidable, con un título estupendo, proporcionado por un poema de Góngora:

"El viento armado que en veloz carrera
sombras suele vestir, de bulto bello".

Al iniciar la lectura, el lector se encuentra como perdido porque el autor lo mete de lleno en la vida de una familia donde hay personajes cuya ubicación desconoce: dos mujeres que son apenas un nombre; una voz que no se sabe a quién pertenece, que va ocupando el centro de la narración pues a través de su memoria y de su conciencia, hace su relato un enunciador omnisciente. Sumemos a ello, un escenario más claramente esbozado que los personajes (casa de inquilinato, cuadro de miseria) y una desarticulación del tiempo que será en definitiva, el instrumento esencial del misterio, del clima de irrealidad y hasta del desenlace. Estas anacronías están ajustadas al fluir de la memoria: el autor presenta los sucesos tal como aparecen en la mente del que evoca, sin ninguna fidelidad cronológica [...]

Alba Omil

Extraído del libro La letra profunda, de Alba Omil. Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina, 1996.

lunes, 9 de junio de 2008

Teclas negras

A través de estos poemas, María Elisa Gallo nos sumerge en un mundo extraño; su mundo poético, con pausas, con silencios pero sin puntuación porque esa puntuación, según Apollinaire "entorpece de manera singular el vuelo de un poema, que sólo realiza su carrera alada de un solo golpe".
Esa carrera alada se ajusta a pautas musicales, no en vano el título, y como la música, nos va transportando a otro espacio, regido por la armonía, por los silencios, por un ritmo interior que maneja la batuta de la autora.
Detrás de esa música hay una reflexión existencial honda, hay desgarros del alma; hay un yo que clama y la sombra de unas manos que se extienden en busca de otras manos.
Pero también hay celebración del mundo, en una mirada joven que ha encontrado en el verso su camino y su reflejo.
Hay que leer estos poemas con los ojos y con el alma. Así podremos descubrir sus claves.

Alba Omil

Extraído del texto de contratapa del libro Teclas negras, de María Elisa Gallo. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2008.

sábado, 24 de mayo de 2008

Polémica Alberdi - Sarmiento

[...] A lo largo de la polémica es fácil distinguir dos discursos: el personal, agresivo, violento, que se circunscribe a ese ámbito; el otro, donde cada uno pasa, de demoledor personal, a constructor colectivo de la República. Alberdi, en su primera carta, habla del desierto -tema sarmientino, tema de Echeverría, tema de La Joven Argentina, de la Asociación de Mayo-, de los problemas que acarrea y de los medios para vencerlo: inmigración, caminos, industrias, instrucción popular, como lo desarrolla amplia y detalladamente en las Bases. ¿Y qué otra cosa preconiza Sarmiento con la palabra y con la acción?
Y pasan ambos de un discurso a otro sin solución de continuidad, y dicen cosas válidas y eternas que hoy tienen tanta frescura y vigencia como si en lugar de haber transcurrido 150 años estuviéramos en el corazón de los hechos.
Sarmiento, en sus cartas, se indigna, vocifera y apedrea, lo que es explicable dado su temperamento. La indignación le brota en cada frase. En cada frase grita su magistral estilo todavía inigualado en la literatura argentina. Pero su indignación no le impide seleccionar las palabras. Juega con la afectividad que ellas pueden irradiar, apela al diminutivo que siempre manejó con maestría: se refiere a los "panfletitos de Quillota".
Sabemos que no lo son, pero nos divierte el recurso porque en nuestra apercepción, y por contraste, sobredimensiona a ambos.
Todas las cartas están atravesadas por un tema relacionado no sólo con el funcionamiento del país, también con el espíritu de Mayo. La primera se ocupa de la prensa: un análisis frío, profundo y abarcador. Bajo ese amplio ramaje se guarecen también las diferencias personales y los dardos. Pero, en definitiva, eso no es más que hojarasca que cae sobre la marcha de la historia: el tiempo la convierte en abono fértil, como ocurre a veces con el estiércol y los detritus. Pero queda la savia vigorosa, mensaje vivo que puede absorberse en cualquier época.
Ni siquiera Rosas importa en esta polémica: a la distancia, se va disecando para dejar, hasta el presente, sólo el símbolo -arbitrariedad, despotismo, el peligro de la ignorancia, más que todo en los que mandan- para la reflexión y el aprendizaje.
Los conceptos de Alberdi sobre la prensa siguen vigentes. Hoy, y desde hace tiempo, se habla de un cuarto poder para nombrarla. Hay quienes prefieren decir "el primer poder" a partir del artículo 45 de la Constitución. A propósito de ese poder, Alberdi reflexionaba: "si la prensa es un poder público, la causa de la libertad se interesa en que ese poder sea contrapesado por él mismo. Toda dictadura, todo despotismo, aunque sea el de la prensa, son aciagos a la prosperidad de la República".
Alberdi, Sarmiento, dos constructores, casi un mito. Pero también dos hombres con las debilidades y flaquezas de la mente y de la carne humanas. Bueno es conocerlos en los dos aspectos. Para y por ello, la importancia de esta Polémica.

Alba Omil

Extraído de la introducción al libro Alberdi - Sarmiento. Polémica, (Cartas quillotanas y Las ciento y una). Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán, Argentina, 2003.

domingo, 18 de mayo de 2008

Escritos reunidos de un gran pintor



Comentario de Alba Omil sobre el libro Dejen en paz a la Gioconda, con ilustraciones y textos de Alfredo Hlito, compilados por Rodolfo Alonso (Buenos Aires: Infinito, 2008). Publicado en el diario La Gaceta de Tucumán, el día 18 de mayo de 2008. El enlace a la nota es:

viernes, 9 de mayo de 2008

Antes de la llegada del español


"Es tan poco lo que nos han dejado, en citas y apuntes breves y dispersos, los cronistas católicos sobre los dioses y supersticiones de Calchaquí, que es necesario, para rehacer la mitología de la montaña, acudir al folklore -la tradición viviente en boca del pueblo- medio eficaz de las investigaciones", señala Adán Quiroga en Folklore Calchaquí.
Ha sido tan grande, tan fuerte, tan avasalladora y tan feroz la presión espiritual del conquistador español, que es como si a través de él hubiera caído un espeso aluvión de lodo sobre toda la cultura anterior: no quedan sino vestigios. Sobre esos fragmentos sueltos y aislados trataremos de trabajar: establecer nexos, comparaciones, soldaduras, para recuperar algo, como ya lo hicieron los investigadores precedentes.
Los rastros más abundantes -ceramios, petroglifos, objetos trabajados en piedra- dicen lo suyo; ese mensaje cifrado en los símbolos, a veces hermético, puede estar ligado con cierto fragmento de relato o de creencia y así, quizás, pueda recomponerse en parte la partitura.
Hay que aguzar el oído, pues, para escuchar los susurros de esas voces ya aplastadas por el tiempo, por la violencia, por el sometimiento, el posterior abandono y la constante falta de respeto. Algo percibiremos, bastante, tal vez. Los que sigan continuarán la empresa [...]

Alba Omil

Extraído del libro Lo demoníaco en los mitos del Noroeste Argentino, de Alba Omil. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2002.

sábado, 26 de abril de 2008

Síganme


-Síganme -les dijo-. Yo sé dónde se esconde la llave de la felicidad; tenemos que buscarla.
Los hombres lo siguieron, grandes los ojos de expectativas: no más miseria, no más rigores; pan y trabajo. Pan y trabajo.
Cayeron muchos en la larga peregrinación. Le ponían el hombro al desconocido, apoyaban su paso, confiados en su palabra.
Llegaron al medio del desierto, hasta las murallas que protegían el oasis, el palacio, los jardines, las casas de los cortesanos.
Entró el conductor. Entraron sus secuaces. El pueblo quedó afuera.

Alba Omil

Extraído del libro Con Fondo de Jazz, microrrelatos, de Alba Omil. Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina, 1998.

martes, 8 de abril de 2008

Gestos naturales del hombre en el tiempo (*)


Este libro es el enfoque de un aspecto -mínimo pero fundamental- de la historia de cultura del hombre y la relación con su cuerpo, desde que descendió de los árboles para pararse y sostenerse sobre sus pies, hasta nuestra época, con los más sofisticados aparatos para el desarrollo físico.
Esto es una mirada veloz sobre los cambios que fue experimentando el cuerpo humano, obligado por las circunstancias; sus nuevas funciones: sostenerse y desplazarse, continuar trepando.
Por estas nuevas funciones y sus exigencias se van modificando huesos, articulaciones y músculos (Nieva explica cómo y por qué); el contexto motiva la aparición, o el perfeccionamiento de ciertas actividades: la lucha (tanto para el ataque como para la defensa, como para la supervivencia en general), la caza, la comunicación, la fuga, el traslado o la migración. «La marcha, la carrera, el salto, dice Nieva, son las primeras manifestaciones de las formas vitales más importantes del movimiento corporal» y promueven transformaciones en el cuerpo y el desarrollo de capacidades imprescindibles.
Se puede rastrear el origen y la evolución de cada una de las máquinas deportivas, educativas del cuerpo, pero llegar al momento en que el hombre comenzó a moverse sistemáticamente, a preparar, a adiestrar su cuerpo al servicio de las necesidades tanto individuales como comunitarias, ya es mucho más difícil.
Este trabajo implica la mirada, aunque sea de soslayo, de diferentes aspectos del desarrollo físico-cultural del hombre. Implica, a la vez, una serie de dificultades: la diferencia de culturas, los factores físicos donde se inscriben, la diversidad de climas, la estructura social, las manifestaciones artísticas y sus motivaciones, los rastros que testimonian su desarrollo.
Ya entrados en el territorio de los rastros, la sistematización se hace menos complicada pero no menos rigurosa. El rastreo de los testimonios que hace el profesor Nieva pone de manifiesto una tarea de mucho tiempo y de múltiples indagaciones en la historia cultural del hombre.
El estudio de los gestos naturales del hombre y de los usos del cuerpo, abre un amplio campo de posibilidades, una de cuyas puertas deja abierta este libro.

Alba Omil

Extraído de las palabras preliminares del libro Gestos naturales del hombre en el tiempo, de Felipe Jesús Nieva. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2008.

(*) Este blog quiere rendir homenaje a la memoria del profesor Nieva, recientemente fallecido.

martes, 25 de marzo de 2008

Cantar es saludable



La cigarra llenó de frutos maduros la bolsa del verano y se echó a dormir, arrullada por su propio canto, mientras la hormiga continuaba arrastrando infames sudores, con su carga al hombro.
Durmió todo el invierno la cigarra, mientras las hormigas -las sobrevientes de venenos, pisotones y fatigas- se comían sus propios esfuerzos.
Al retornar el verano, el mundo volvió a inundarse con los cantos de la cigarra, interesada más por el claro azul del día, que por los húmedos agujeros de la tierra.

Alba Omil

Extraído del libro Con Fondo de Jazz, microrrelatos, de Alba Omil. Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina, 1998.

viernes, 14 de marzo de 2008

En pocas palabras

María Eugenia Godoy

Esta colección de María Eugenia Godoy respeta una premisa indispensable del microrrelato, narrar. Aunque sean construcciones brevísimas, siempre en ellas hay un fondo narrativo. Y esto es importante.
Es variada la temática, muchos relatos pertenecen al ámbito de las ensoñaciones, muy rico en la autora. Otros se inscriben en nuestra estremecedora realidad sin tiempo, perenne en el dolor, negada al olvido, con símbolos, como los autos verdes y el rastro cruel que dejaron y que cualquier argentino puede descodificar.
Este volumen ratifica algo que ya muchos críticos sabíamos: María Eugenia Godoy es uno de los referentes más destacados de la nueva generación de narradores en nuestro medio.

Alba Omil

Extraído de la contratapa del libro En pocas palabras de María Eugenia Godoy. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2008.

martes, 4 de marzo de 2008

Miguel Lillo - Su figura


No necesitó el título universitario, aunque después haya recibido un doctorado Honoris causa.
Bebió en los libros; lo orientaron científicos de primer nivel. El resto lo hicieron su vocación, su pasión por la naturaleza, su espíritu inquieto, su sed de conocimientos.
Su austeridad y su vocación le permitieron integrar una de las más importantes colecciones de Historia Natural de América Latina, patrones internacionales de comparación, que se usan en todo el mundo. Lillo no era hombre de sólidos recursos económicos; la humildad de la casa en que vivía, así lo testimonia. Su lujo lo constituían su biblioteca y sus colecciones.
Sobre su vida, el mismo Lillo ha dejado, en una reseña, un somero cuadro. El resto puede recomponerse con documentos, artículos periodísticos, libros y con expresiones, anécdotas, recuerdos (sólidos, vividos, sentidos) del conjunto de aquellos que lo conocieron.
Lillo era un investigador, un coleccionista y un solitario. Su casa, en la calle que hoy lleva su nombre, estaba convertida en museo y jardín botánico ya en vida del sabio: libros, colecciones, documentos, plantas que llenaban su vida .Cosas que Lillo había coleccionado y ordenado, más que para sí , con visión de futuro, para la humanidad, para la ciencia, para su país.
Miembro de la brillante generación del Centenario, partícipe de sus ideales, de fuerte individualidad, imbuido del espíritu generacional, Lillo iba dejando atrás sus años jóvenes, estaba enfermo y le preocupaba el destino de su obra. Muere el 4 de mayo de 1931, legando sus bienes a la Fundación que lleva su nombre. Pero no solo fueron sus bienes lo que el sabio donó a la posteridad, dejó también otros valores, que no se miden con parámetros materiales: ideas, muchas veces adelantadas a su espacio y tiempo.
El predio se conserva con sus frondas, su respeto por la naturaleza que, de algún modo, representa lo perdurable; y las ruinas de lo que otrora fue una modesta edificación. Hoy lo perdurable se mantiene como él lo dejó, al igual que se mantienen los principios espirituales que de algún modo ello simboliza. Lo otro, ha crecido y hoy alberga a numerosos investigadores y técnicos, también edificios, museo, laboratorios, libros, publicaciones, que son el valor agregado de aquello que el sabio legara.

Alba Omil

Extraído del libro Fundación Miguel Lillo - Historia. Textos: Alba Omil. Fundación Miguel Lillo, Tucumán, Argentina, 1993.

miércoles, 27 de febrero de 2008

La metamorfosis


Ligadas a la historia de la humanidad, las metamorfosis aparecen en todos los tiempos, y nuestros aborígenes no podían haber sido ajenos a este hecho, cuyo conocimiento parece ser común al género humano, y atributo de los dioses.
Ya hemos visto, y son conocidas las transformaciones de la Pachamama. Tampoco es extraño a ellas el Llastay que, de pronto, puede ser guanaco, como cóndor, como corzuela, como chinchillón. También suele, o puede, metamorfosearse, el Chiqui.
Adán Quiroga (1900) sostiene una hipótesis interesante a propósito de las metamorfosis del Chiqui, puede ver la figura de la deidad maligna transformada en suri, en algunas urnas del valle de Santa María, que reproduce en su trabajo:
"El suri [...] tiene mucho que hacer con el Chiqui, ya sea porque la misma deidad funesta se vuelva avestruz para vagar por el desierto..."
Y respalda Quiroga su teoría con el hecho de que en las fiestas en honor del Chiqui, cuando se le ofrecen las cabezas de aves del Llastay, la única que falta es la del suri, "excluyéndola del sacrificio, como si fuese motivo de veneración especial y no debe ser sino porque el Chiqui se transforma en suri" (p.555).
Quiroga insiste: "El hecho mismo de mostrarse el suri en la misma urna que Chiqui, es un dato revelador".

Alba Omil

Extraído del libro Creencias y ritos de los aborígenes del NOA, de Alba Omil. Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2005.

martes, 19 de febrero de 2008

Desocupación, hambre, miseria


Poncio, sumo sacerdote romano, se lavó las manos y la turba frenética crucificó al ungido.
Como una permanente refutación del fluir temporal, el mundo prosigue crucificando inocentes, y un Pilatos redivivo, multiplicado por sí mismo, insiste en lavarse las manos.

Alba Omil


Extraído del libro Con Fondo de Jazz, microrrelatos, de Alba Omil. Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina, 1998.

lunes, 11 de febrero de 2008

Italianos en Tucumán - Historias de vida


Desde los albores de nuestra nacionalidad se advierte la influencia tanto del pensamiento italiano como de la cultura y de la filosofía política italianas en las grandes figuras de nuestra historia: Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi, por ejemplo.
Por otra parte, viajeros italianos comenzaron a llegar desde muy temprano a nuestro país.
El ingreso creció luego a causa de la guerra. Las motivaciones son conocidas: peligro de muerte, pérdida de bienes, exclusión, inseguridad, pobreza, miseria. Un factor importante fue la persecución racial: el régimen fascista, aliado de Hitler dictó decretos y leyes segregacionistas, discriminatorios, persecutorios, pero, por conocido, no vamos a entrar en el tema.
Nos interesa otra cosa: destacar el espíritu de ese pueblo, cómo sobrellevando pesares, abandono de su tierra, de sus amigos, de su casa, de sus muertos, supo empezar de cero, demostrar lo que sabía y de lo que era capaz, dar ejemplo de constancia y de aplicación al trabajo, crecer y hacerse grande.
Tres rasgos en especial pusieron de manifiesto los italianos llegados a nuestras tierras desde comienzos del siglo XIX: dedicación al trabajo, deseos de prosperar y vocación por el arte.
Los testimonios abundan; veamos uno que, por elocuente, basta: Picardía, en el Canto XXII del Martín Fierro (188) cuenta cómo, con engaños, se quedó con toda la mercadería de "Un nápoles mercachifle / que andaba con un arpista". Es decir, vemos al "gringo", solo, en esa inmensa pampa casi despoblada, trabajando como vendedor ambulante, buscando compradores en los lugares de reunión, pero junto a un músico. Para atraer la clientela, seguro, pero también para amenizar la jornada o para alegrar su alma.
En el presente trabajo hemos reunido una serie de historias de vida, donde se ponen de manifiesto los rasgos señalados.
Algunos llegaron muy alto, muchos empezaron desde muy abajo; otros, no, pero en todos se destaca el impulso por trabajar, por crecer, la identificación con el país que los acogió; su perseverancia y, finalmente, el orgullo por pasadas conductas que sienten los herederos de aquellos emigrantes que hoy cuentan amenas y, a veces, conmovedoras historias.
Para todos ellos, nuestra gratitud.

Alba Omil

Extraído del libro Italianos en Tucumán - Historias de vida, de Alba Omil (compiladora). Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, Argentina, 2008.

jueves, 24 de enero de 2008

Seis poetas de Tucumán


Estas seis poetas de Tucumán han sido ya, de alguna manera u otra, con mayor o menor cantidad y trascendencia de su obra, dadas a conocer al público y la crítica en Tucumán.
La singularidad de su estilo, la búsqueda en todas ellas de la armonía, de la perfección en cada palabra, en el universo que es cada poema, nos ha motivado para publicar la presente selección. Encontramos, entre los poetas, vivencias que nos tocan muy de cerca: disfrutar de lo cotidiano, celebrar las minucias de la vida o descender hasta la profundidad de las honduras: el misterio del tiempo, las simetrías, o los espejismos que remarcan o simulan un retorno, el hombre perdido en el cosmos, el uno, el amor, en fin.
Nos proponemos, con este libro, agregar a la biblioteca de cada lector un ejemplar que refleje las inquietudes íntimas, cotidianas, quizás de todos nosotros, vistas con la sensibilidad de las que con la palabra escrita pueden transmitirlas y hacer posible su conservación a través de los tiempos.

Alba Omil

Extraído de la introducción al libro Seis poetas de Tucumán, con poemas de las autoras Lucía Aráoz, Carola Briones, Ariadna Chaves, María Elvira Juárez, Juana Sadir de Asfoura y Josefina Valderrama de Robinson. Secretaría de Post-Grado, Universidad Nacional de Tucumán, Argentina, 1992.

domingo, 6 de enero de 2008

Palabras con espacio


Hoy me puse a escribir como todos los días, como toda la vida, un cuento, un poema, no interesa, pero con suficiente espacio interior como para que en él cupieran todos los desgarramientos del alma, los colores del ocaso y de los ensueños, las desvaídas esperanzas, el chispazo de un encuentro feliz.
¿Para qué? Sólo para que la muerte no tenga la última palabra.

Alba Omil

Extraído del libro Con Fondo de Jazz, microrrelatos, de Alba Omil. Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina, 1998.